El polvoriento patio de una cárcel donde los reos sueldan la campana de una torre con miras a la visita del papa Francisco del 17 de febrero es un símbolo de los cambios que ha habido en la otrora infernal Ciudad Juárez, tanto dentro como fuera de los muros del penal.
Algunos ven la visita del pontífice como un reconocimiento a la transformación registrada en uno de los sitios más violentos de la tierra. Para otros, en cambio, es una forma de llamar . . .
Already a Subscriber? Login Here